
"El Fallo, la Metralla, y la Lección a Aprender"
Hay fechas que no se olvidan. Y no porque las conmemore el calendario oficial, sino porque el dolor, la traición o la sangre las vuelven imborrables.
Francisco fue uno de los nuestros: el que puso a los de abajo en el centro, rompió muros y tendió puentes. Su muerte es parte del hilo que conecta las luchas populares de los últimos 25 años.
Editoriales - #NuestraMirada27/04/2025Se nos fue uno de los nuestros.
No uno de los del bronce ni de las estampitas. Uno que se lavaba sus propias medias. Uno que no solo abrió las puertas de la Iglesia, sino que directamente las sacó de cuajo. Uno que abrazaba a los pobres, a los putos, a las putas, a los travestis, a los sin tierra, a los no binarios. Uno que hablaba de Techo, de Trabajo y de Tierra, mientras pedía, una y otra vez, que recen por él.
Francisco fue ese raro que entendió que la fe no se predica desde arriba, sino con los pies en la tierra. Que habló de una Iglesia de pecadores, porque sabía que la otra, la de los puros, no existe. Que descartó lujos y tendió puentes en un mundo que cada vez más se llena de muros.
Después del Concilio Vaticano II nadie había cambiado tanto en tan poco tiempo. Aquella revolución había girado la mirada de la Iglesia: de mirar sólo a Dios a mirar a las personas. A reconocer un mundo injusto, a hablar de oprimidos y opresores. De ahí brotaron en América Latina los Curas del Tercer Mundo, una generación valiente que la Dictadura y la violencia se llevaron demasiado pronto. Esa semilla quedó escondida, hasta que el menos pensado llegó al papado y puso las cosas de nuevo en su lugar: donde los de abajo son los de arriba, y los de arriba, los de abajo.
Y hoy también se cruza otra fecha de nuestra historia reciente. Se cumple otro aniversario de aquella elección que cambió la política popular, cuando el menos pensado, el menos votado, devolvió la esperanza a una sociedad golpeada y descreída tras el 2001. Ese que se jugó entero y que, como Francisco, no entregó sus ideas en ninguna puerta del poder.
Sin Néstor, no habría habido un cartonero como Sergio Sánchez invitado al Vaticano. Es el mismo hilo de nuestra historia, la que se teje desde abajo, hace ya 25 años.
Cada época tiene sus muertos, como cada vida tiene sus ausencias. No siempre las superamos bien; aprendemos a vivir otra vez, reconfiguramos y seguimos. Pero hay muertos que se quedan vivos, porque asumieron las responsabilidades de su tiempo para favorecer a los de abajo. No porque las academias lo digan, sino porque los de pata al suelo no los olvidan.
Y si mirás quiénes se pararon del otro lado de sus ideas, es fácil saber de qué lado de la mecha estábamos.
Hay fechas que no se olvidan. Y no porque las conmemore el calendario oficial, sino porque el dolor, la traición o la sangre las vuelven imborrables.
La condena a Cristina Fernández de Kirchner (CFK) y su consecuente proscripción política no son sólo hechos judiciales, son actos profundamente políticos, que deben ser leídos en el marco de un deterioro institucional más amplio. No es exagerado decir que estamos ante una ruptura constitucional. Por el contrario: lo grave sería no advertirlo.
La demonización de Cristina Fernández no es solo un ataque político: es una estrategia para ocultar lo que ella encarnó y lo que muchos todavía recordamos como un tiempo de dignidad. No se trata de ella. Se trata de nosotros. Y de lo que estamos dispuestos a defender.
El Ministerio de Justicia de la Nación anunció oficialmente que, en el marco de la implementación del nuevo Código Procesal Penal Federal previsto para el 11 de agosto en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se pondrá a disposición de los fiscales federales un edificio de más de 5.000 metros cuadrados ubicado en el predio de la ex ESMA.
En una provincia con reclamos urgentes de presencia estatal, el gobierno de Pullaro impulsa un masivo endeudamiento para obras públicas, mientras gran parte de la sociedad aplaude políticas que vacían al Estado. Una paradoja que se repite y nadie parece querer ver.
Por estas horas aparecen en redes sociales distintos análisis sobre el resultado electoral en Santa Fe y frente al triunfalismo repetitivo del gobierno provincial, se intenta bajarle el precio a la elección del gobernador con la simple ecuación de comparar votos y se llega a afirmar –casi rotundamente- que el 45% no fue a votar.
No es sólo una cuestión de egos. De quien maneja la lapicera. De cargos legislativos, o de candidaturas para 2027. Ni tierra de traiciones, y traicionados. La interna –que tanto daño le está haciendo al campo nacional y popular- es un problema claro y concreto de construcción política.
La discusión política en Argentina siempre estuvo atravesada por diferencias profundas. Pero hay una frontera que no se puede cruzar sin dinamitar la democracia.
Con la Resolución 764/2025, el gobierno de Javier Milei dio por terminado el Plan Procrear, un programa que desde 2012 permitió el acceso a la vivienda a miles de familias trabajadoras.
El tembladeral político que causó la resolución de la Corte que condenó a CFK provocó la suspensión de varias actividades. Solo se mantuvo en pie el encuentro de la comisión de Asuntos Constitucionales que la preside La Libertad Avanza. El resto, se cayeron.
La demonización de Cristina Fernández no es solo un ataque político: es una estrategia para ocultar lo que ella encarnó y lo que muchos todavía recordamos como un tiempo de dignidad. No se trata de ella. Se trata de nosotros. Y de lo que estamos dispuestos a defender.
La condena a Cristina Fernández de Kirchner (CFK) y su consecuente proscripción política no son sólo hechos judiciales, son actos profundamente políticos, que deben ser leídos en el marco de un deterioro institucional más amplio. No es exagerado decir que estamos ante una ruptura constitucional. Por el contrario: lo grave sería no advertirlo.
Hay fechas que no se olvidan. Y no porque las conmemore el calendario oficial, sino porque el dolor, la traición o la sangre las vuelven imborrables.