Un país entero mirando el fondo del mar

Una transmisión científica desde las profundidades del océano logró lo que nadie esperaba : durante la madrugada del jueves, más de 50 mil personas estuvieron atentas al relato apasionado de un grupo de biólogos mientras exploraban en vivo el fondo marino argentino.

Editoriales - #NuestraMirada01/08/2025Martín OrellanoMartín Orellano

 No era un partido, ni una serie, ni un escándalo mediático. Era el asombro puro ante un ecosistema desconocido, revelado por primera vez frente a una audiencia masiva que no paraba de comentar, preguntar y emocionarse.

El fenómeno fue tan inesperado como inexplicable. 

50 mil personas un jueves a la noche. No tenemos nada parecido, pero nada.

No lo anticiparon los gurúes del marketing ni las teorías de los consumos culturales. A esa hora —la una de la mañana— el sentido común diría que solo quedarían conectados los más noctámbulos o los fanáticos de lo raro. Pero no. Era un torrente de gente despierta por el deseo de saber qué había en las profundidades, de ver cómo esos científicos —visiblemente conmovidos— descubrían criaturas nuevas, paisajes jamás registrados y datos que podrían cambiar la forma en que entendemos el mar que nos rodea.

Lo que pasó con el stream filma el fondo del mar argentino rompe todos los manuales.

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Si alguien lo hubiese propuesto como proyecto audiovisual, nadie le hubiera dado ni dos pesos. No hay formato, no hay algoritmo, no hay fórmula que pueda explicar del todo lo que sucedió. Un país entero se hizo presente en la oscuridad del fondo del mar, guiado por la voz emocionada de los investigadores del CONICET, el INIDEP y la tripulación del buque, que contaban lo que veían con la pasión de quienes no solo estudian, sino que aman lo que hacen.

24 biólogos y biólogas que están haciendo un estudio del lecho marino  y ya tienen más de un millón de vistas. 

Lo que ocurrió pone en jaque a quienes pretenden encasillar los intereses del pueblo en moldes prefabricados. Porque esto no fue un experimento viral ni una tendencia programada. Fue una respuesta espontánea y colectiva a la maravilla, a la posibilidad de mirar más allá de la superficie, a la oportunidad de sentirnos parte de algo grande y misterioso.

Las redes estallaron, no con memes vacíos ni escándalos, sino con preguntas sobre especies, aportes voluntarios al conocimiento y hasta debates sobre soberanía, recursos naturales y ciencia pública. Porque cuando algo así ocurre, se activa también otra sensibilidad: la que reconoce que esto solo es posible gracias a lo que todavía queda de un Estado presente, capaz de sostener la investigación científica con vocación y compromiso.

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La repercusión ya está cruzando las fronteras. Medios internacionales empiezan a tomar nota de lo que pasó: un evento sin celebridades ni presupuestos millonarios, protagonizado por biólogos y técnicos, seguido con fervor popular como si se tratara de un hito deportivo o un estreno de Hollywood.

Lo que pasó con el fondo del mar argentino no se explica fácil. Pero deja una certeza: cuando se abren espacios genuinos de asombro y conocimiento, el pueblo responde.

Porque hay necesidad de mirar con otros ojos, hay ganas de sentirse parte de una historia más grande. Y en estos días, en la oscuridad del océano, eso fue lo que vimos: un país despierto, atento, emocionado.

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