Más terrenal que un milagro

El brusco descenso de asesinatos en Rosario, sin cambios estructurales en las agencias de seguridad, lleva a los especialistas a vislumbrar un posible acuerdo de pacificación entre el Estado y el crimen.

Provincia de Santa Fe02/09/2024 REDACCIÓN LME

Con la misma policía –apenas provista de más patrulleros y motocicletas–, el mismo Servicio Penitenciario y un puñado de leyes aprobadas por la Legislatura apenas asumió, el gobernador Maximiliano Pullaro logró en muy pocos meses revertir una tendencia de más de una década en materia de violencia letal. Con la cooperación de Patricia Bullrich, redujo entre un 60 y un 70 por ciento el número de homicidios intencionales cometidos en Rosario en apenas medio año, números que los mismos actores no consiguieron conmover cuando compartieron sus responsabilidades a cargo de la seguridad pública de la provincia y del país, entre 2015 y 2019.

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O en cuatro años aprendieron lo que antes no sabían y es el tesoro mejor guardado del mundo del conocimiento, o se trata de un milagro securitario. Los especialistas, en cambio, se inclinan por una tercera y más racional explicación: un acuerdo subterráneo entre agencias estatales y la criminalidad más o menos estructurada, que garantiza a la vez el mantenimiento del negocio y estándares aceptables de paz social. En definitiva, lo que ocurre en otras ciudades similares a Rosario y que les permiten convivir con tasas de homicidios y de violencia armada cercanas o por debajo a la media nacional.

El milagro
En la narrativa oficial, lógicamente, nada de eso puede ser expuesto. Por eso, el lunes 26 el gobernador Pullaro y la ministra nacional de Seguridad, Bullrich, se presentaron en la sede local de Gobierno, en rueda de prensa, y dijeron: “Bajamos hasta 70 por ciento los niveles de violencia y tenemos el número más bajo de homicidios en 17 años en Rosario”.

Seguro de la eficacia de su política, el mandatario provincial prometió mejorar aún más los ya milagrosos números sobre descenso de asesinatos: “Les puedo asegurar a todos los rosarinos y rosarinas que no vamos a descansar hasta que Rosario sea la ciudad que fue, y hoy podemos decir que de a poco lo estamos cumpliendo”.

Con estadísticas que cualquier gobernante quisiera exhibir en público, Pullaro dijo que “tenemos al día de hoy una disminución de la violencia del 66 por ciento respecto al año pasado y 70 por ciento menos que el anteaño pasado; es el número más bajo en heridos de arma de fuego y homicidios de los últimos 17 años en la ciudad de Rosario, y el número de homicidios y heridos de arma de fuego más bajo del siglo en la capital provincial”.

El gobernador no brindó detalles del plan de seguridad puesto en marcha para conseguir, en tan escaso tiempo, resultados de tal magnitud. Sólo aseguró que “esto indudablemente nos marca que el rumbo que hemos llevado adelante junto al Gobierno nacional y los demás poderes, es el rumbo que teníamos que tomar con mucha firmeza, determinación y claridad”.

Pullaro suele referirse a su programa de seguridad con lugares comunes de la demagogia punitiva –como la aplicación de la “mano dura” policial– y, en esa tónica, hasta llegó a exponer un irónico plan de adopción de presos destinado a personas interesadas en garantizar el cumplimiento de los derechos humanos, ya que los reos “son tan buenitos”.

Bullrich, en cambio, desbordó de cifras su exposición en Rosario. Por lo general, las autoridades no mencionan otros delitos que sí crecieron –como hurtos, arrebatos, entraderas, habitualmente denominados ilícitos “predatorios”– sino que se centran en el que mejor exhibe los logros. Guarda una impecable lógica política.

Entonces Bullrich dirá que “hemos incrementado 500 por ciento las incautaciones de cocaína respecto al mismo periodo en el 2023, es decir que hay una caída muy fuerte del flujo de cocaína en Rosario y las fuerzas federales arrestaron a 555 personas vinculadas al narcotráfico”.

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