
La actividad se desploma y la capacidad instalada quedó cerca del 40 por ciento
La emblemática empresa láctea Mastellone Hermanos, dueña de la popular marca La Serenísima, ha encendido las alarmas en el sector económico tras presentar un balance con números profundamente en rojo.
Economía12/08/2025
La Mecha EncendidaLa compañía, uno de los pilares de la industria alimenticia argentina, cerró su último ejercicio fiscal con una pérdida neta de $11.363 millones de pesos, un resultado que contrasta de manera dramática con las ganancias de $24.539 millones que había reportado en el período anterior. Este giro financiero no es un hecho aislado, sino un reflejo directo del deterioro del poder adquisitivo y la brutal caída del consumo que azota a la economía argentina.

El informe de la empresa es contundente al señalar al "impacto del contexto económico" como el principal responsable de esta debacle financiera. En sus propias palabras, la firma destaca la "marcada caída en el nivel de consumo" como el factor determinante que arrastró sus finanzas al terreno negativo. La situación golpea de lleno a la facturación de sus productos estrella, aquellos que forman parte de la canasta básica de la mayoría de los argentinos. La leche, los yogures, quesos y postres de La Serenísima se han vuelto menos accesibles para los consumidores, quienes se ven obligados a ajustar sus gastos ante la combinación explosiva de alta inflación y salarios que pierden poder de compra a un ritmo acelerado.
Este escenario adverso expone la fragilidad de un mercado que hasta hace poco parecía más resiliente. La retracción del consumo no es una estadística abstracta; se traduce en menos unidades vendidas en los supermercados, almacenes y dietéticas, impactando directamente en la línea de flotación de una empresa de la envergadura de Mastellone. La compañía, que opera en un mercado masivo, ve cómo la demanda de sus productos se debilita a medida que las familias priorizan gastos y reducen las compras de bienes que, aunque esenciales, pueden ser sustituidos o directamente eliminados de la lista de la compra.
Además de la caída de las ventas, el balance de Mastellone también evidencia otros frentes de batalla. Los costos operativos se han disparado debido a la inflación galopante, mientras que la devaluación del peso encarece insumos clave y la logística. La empresa ha admitido que existe un "desfasaje" entre los aumentos de precios que aplica a sus productos y el ritmo al que crecen sus propios costos. Esta situación de desequilibrio, donde los precios de venta no logran compensar el incremento de los costos de producción, comprime los márgenes de ganancia y termina por generar pérdidas, aun cuando la empresa intente ajustar sus operaciones internas.
El caso de Mastellone no es un fenómeno aislado en la industria. La situación que atraviesa La Serenísima resuena con los informes financieros de otros gigantes de la alimentación, que también han comenzado a sentir la presión de la recesión y la caída del consumo. Esto sugiere que estamos ante un problema sistémico que afecta a todo el sector productivo y no solo a una empresa en particular. El futuro de Mastellone y, por extensión, de toda la industria alimenticia, dependerá de la evolución del contexto macroeconómico, del poder adquisitivo de los argentinos y de la capacidad de las empresas para navegar un mar de incertidumbre con números que, por ahora, se muestran muy rojos.

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