Quinto aumento de combustibles en septiembre: la sorpresa está en el surtidor

La suba se da en un contexto de inflación persistente y caída del poder adquisitivo

Economía24/09/2025La Mecha EncendidaLa Mecha Encendida

En lo que va del mes de septiembre, los combustibles registraron su quinto aumento consecutivo, profundizando el golpe al bolsillo de trabajadores y trabajadoras. La suba se da en un contexto de inflación persistente y caída del poder adquisitivo, donde llenar el tanque se transforma cada vez más en un lujo.

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Una de las novedades más preocupantes es que, desde hace semanas, las empresas dejaron de notificar los aumentos con anticipación. Esto significa que los usuarios ya no se enteran por comunicados oficiales ni por los medios, sino que la sorpresa aparece directamente en el surtidor cuando van a cargar nafta o gasoil.

Los aumentos acumulados en septiembre rondan entre el 5% y el 8% según el tipo de combustible, un porcentaje que se ubica por encima de la inflación del mes, lo que marca un nuevo desfasaje entre precios y salarios. La nafta premium, por ejemplo, superó los $1.760 por litro en estaciones de YPF.

El impacto no se limita a los automovilistas. Cada ajuste en el combustible se traslada de manera inmediata a la estructura de costos de sectores productivos, del transporte de cargas y del transporte público, alimentando la espiral inflacionaria que golpea a toda la cadena de consumo.

Desde las estaciones de servicio advierten que la incertidumbre también los afecta: no saben con certeza cuál será el precio al día siguiente, lo que complica la operatoria y genera malestar con los clientes.

Este quinto aumento en menos de 30 días deja en evidencia la desregulación absoluta del mercado y la ausencia de controles estatales. Mientras las petroleras marcan los precios a su conveniencia, el costo lo pagan millones de familias argentinas que ven encogerse su salario real.

En el fondo, el combustible caro no solo impacta en la movilidad individual. Golpea en la logística, en la producción y en la vida cotidiana de todos los hogares. Cada litro que aumenta es un recordatorio de cómo el modelo económico en curso descansa sobre los hombros de la clase trabajadora, que paga la factura de la desregulación y la especulación.

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