
La idea de cinismo solo aparece en la realidad cuando se reconoce socialmente que una persona o grupo miente descaradamente, y no tiene vergüenza de hacerlo.
Los 20 de junio el almanaque nos invita a pensar a Manuel Belgrano como creador de la bandera. Y está bien. Pero hay un Belgrano menos repetido, menos cómodo, más necesario en estos tiempos: el Belgrano perseguido, juzgado sin pruebas, acusado por razones políticas
Editoriales - #NuestraMirada20/06/2025
Martín Orellano
El historiador francés Fernand Braudel (1902–1985) sostenía que no miramos el pasado por lo que fue, sino por lo que el presente nos obliga a ver en él.
La historia no es un álbum cerrado de próceres, sino una conversación con los conflictos que aún siguen abiertos.
Por eso volvemos a Belgrano. No sólo al creador de la bandera, sino al hombre acusado sin pruebas, juzgado por razones políticas, perseguido por querer una patria más justa.

Y también al Belgrano que fue defendido públicamente —desde las páginas de La Gazeta— frente a un juicio montado para callarlo. La comunicación, entonces, no se puso del lado de los acusadores, sino de la verdad. Un antecedente que interpela, hoy más que nunca, a quienes eligen contar el Presente.
El pasado presente de un Belgrano que no se arrodilló ni fue mascota del poder.
(Y si te parece forzado esperá que falta más todavía.)
Ese Belgrano fue víctima de su tiempo, como tantos y tantas que se atrevieron a ir más allá de lo considerado “normal”.
Su pecado no fue ser un mal abogado, un mal militar, ni administrar mal.
Fue pensar una Revolución de verdad.
Fue ser amigo de Mariano Moreno y Juan José Castelli, compartía con ellos una mirada profunda sobre la justicia social, la igualdad, la educación pública, la redistribución de la tierra y el fin de los privilegios coloniales.
Eso lo enfrentó a Cornelio Saavedra y al sector más conservador de la Revolución. Mientras Saavedra buscaba una independencia limitada, Belgrano hablaba de una Patria nueva. Mientras unos querían cambiar algunas cosas para no cambiar nada, sin tocar los privilegios, él hablaba de escuelas, de tierras, de trabajo digno, de proteger a los pueblos originarios.
Fue demasiado.
En 1811 lo mandaron a juicio.
El motivo formal: supuestas irregularidades en la campaña al Paraguay y en el manejo del Ejército del Norte.
Corrupción
El motivo real: su posición política.
El juez instructor fue Tomás Anchorena, del círculo saavedrista. Jueces que no juzgan, sino que obedecen. Causas sin sustento, construidas para disciplinar.
Aunque había una diferencia importante. La Comunicación no estaba en manos de Saavedra sino de Moreno.

En el contexto de su juicio en 1811, La Gazeta publicó notas defendiendo el accionar de Belgrano, destacando su honestidad, su compromiso con la causa revolucionaria y los logros obtenidos a pesar de las dificultades. Presentó su versión de los hechos, especialmente en relación a la campaña al Paraguay y el Ejército del Norte.
Esto era muy importante porque los sectores saavedristas querían construir una narrativa de “desobediencia” e “ineficiencia”, pero La Gazeta desmontaba esa operación, mostrando el trasfondo político de la persecución.
Entonces el juicio se les cayó. Nadie quiso declarar en su contra. No había pruebas. Sólo ganas de sacarlo del medio.
La Gazeta actuó como un medio de defensa del proyecto revolucionario más radical, el de Moreno, Castelli y Belgrano. Frente a la embestida conservadora de Saavedra, intentó defender en la opinión pública a quienes estaban siendo desplazados o perseguidos judicialmente.
No había Medios que condenan antes que los tribunales.
Aun así, el mensaje era claro: lo querían fuera del juego. Lo querían alejado del poder. Querían asustar a los que, como él, pensaban que la Patria no era propiedad de unos pocos.
Cristina Fernández de Kirchner dijo una vez que Belgrano era su prócer favorito. Y no cuesta entender por qué.
Porque hay una línea que une a ese juicio flojo de papeles con el lawfare del siglo XXI.
La historia argentina está cruzada por esa escena repetida: un poder judicial puesto al servicio de intereses políticos. Belgrano lo vivió. Moreno y Castelli también. Y lo viven hoy quienes siguen soñando con una patria más justa, más libre y más igualitaria.
La historia no se repite, pero a veces rima. Y en esa rima, los saavedristas de la vida siguen operando: montan causas flojas de papeles, ensucian reputaciones, inventan enemigos.
Pero aprendieron algo más: que para que sus fechorías prosperen, necesitan de la comunicación. No para informar, sino para disfrazar. Hablan de Libertad mientras persiguen. Hablan de Corrupción mientras saquean.
Usan la palabra como escudo, y a veces como látigo.Por eso importa tanto quién cuenta la historia. Porque en 1811, mientras el poder buscaba callar a Belgrano, La Gazeta eligió defenderlo. Le dio voz, lo sostuvo frente a la opinión pública, se puso del lado de la verdad. ¿Qué hubiera sido de Belgrano sin un diario que lo defendiera?Hoy, como entonces, la Comunicación es campo de disputa. Y hay que elegir de qué lado estar.

La idea de cinismo solo aparece en la realidad cuando se reconoce socialmente que una persona o grupo miente descaradamente, y no tiene vergüenza de hacerlo.

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