
Francisco fue uno de los nuestros: el que puso a los de abajo en el centro, rompió muros y tendió puentes. Su muerte es parte del hilo que conecta las luchas populares de los últimos 25 años.
Tal vez podemos remontarla, de manera irrespetuosa, a aquella primavera alfonsinista que tras el ahogo que generó el endeudamiento de la dictadura militar, le ató las manos a la política para poder resolverle la vida cotidiana a los trabajadores, derivando en una lucha de poder en la cual el golpe de estado económico que se llevó adelante contra el gobierno de alfonsín se llevó puesto a gran parte de la población Argentina a través de una hiperinflación que lo llevó a renunciar antes de finalizar su gobierno.
Luego llegó el turno de quien prometía Revolución Productiva y Salariazo. Esas promesas cambiaron rápidamente virando a un modelo neoliberal que generó cierta estabilidad económica a costa de un nuevo endeudamiento externo más grande que el anterior y el remate de las joyas de la abuela.
Pero que inevitablemente generó una crisis, la del 2001, de magnitudes nunca antes vistas que se llevó puesto a gran parte de la población Argentina.
Luego viene el interregno 2003-2015 donde la excepcionalidad de cumplir con lo que se decía que se iba a hacer, generó adhesiones rápidamente que le permitieron a Cristina en 2011 ser reelecta con el 52% de los votos.
La diferencia de discurso entre los políticos tradicionales y Cristina hacían que esta última convocará a miles y miles de personas para escucharla hablar porque se entendía claramente lo que estaba diciendo.
A partir del 2015 la prometida revolución de la alegría, que anunciaba dejar todo lo que está bien y mejorar lo que estaba mal, volvió a los carriles tradicionales de la mentira y el engaño como herramienta discursiva.
Un nuevo endeudamiento con el FMI más el endeudamiento privado dejó un tendal de pobreza y desocupación.
Aunque también dejó la certeza de que le habían mentido a su base electoral.
En juego se pone nuevamente la representatividad electoral cuando CFK anuncia el 18 de mayo del 2019 la fórmula presidencial donde ella ocuparía la vicepresidenta.
Luego de ganar las elecciones en primera vuelta hubo quien anunciaba que iba a elegir a los jubilados en lugar de elegir a los bancos para que maximizaran sus ganancias.
Dilemas internos hizo que quien tenía la lapicera para determinar las políticas públicas llevara adelante un proceso desarrollista que esperaba que le fuera muy bien a las empresas para que el día de mañana derramara sobre los trabajadores las mieles de salir de la pobreza.
A la par de trabajadores pobres se generó un nuevo conflicto de representatividad social que fue capitalizado por la derecha a través de un outsider de la política.
Vaya este irrespetuoso resumen histórico como antesala a la centralidad del tema convocante que es la falta de representatividad política entendida como representatividad social que tenemos para discutir acerca de las declaraciones de Maximiliano Pullaro, referente máximo del poder provincial, frente a la avanzada que está llevando adelante el gobierno de Javier Milei frente al resto de la sociedad.
Y en esto tenemos que hacer una diferenciación entre a quiénes está representando Pullaro.
Porque mientras nosotros creemos que el Gobernador de la provincia debería estar defendiendo los intereses de las mayorías que van ser avasalladas a partir de la desocupación, del hambre, de la pobreza, de la marginación; el gobernador está decidido a jugársela a través de todo su potencial como referente de la tercera provincia de mayor importancia en el país para defender los intereses del sector agropecuario pidiendo desde hace rato, tanto la reducción de los impuestos como la anulación de retenciones, bajo el repetido discurso de que si al campo le va bien, al país le va bien.
Hace pocos días Diego Peretti, en declaraciones a un medio capitalino, hacía referencia que bajarle los impuestos al campo no haría que este produzca más, sino que por el contrario, permitiría una mayor concentración de ganancias en un sector ya altamente concentrado.
No existe la posibilidad de que la misma tierra genere un 10 un 20 un 30% más de producción.
La reducción de retenciones, o su anulación, permitiría que este sector pague menos impuestos.
Así de simple.
Y como única lectura posible desde la Casa Gris frente a lo que representa la Ley Ómnibus, donde se pone en juego los puestos de trabajo de miles de santafesinos, donde se libra al Mercado la posibilidad de comer o no de miles de personas, donde se determina que los índices de pobreza que han crecido en el último mes, se potencian de maneras que nos cuesta imaginar; la preocupación del gobernador sea levantar la voz una y otra vez en representación del sector agroexportador santafesino.
Después volvemos a hablar de las crisis de representatividad social que tiene la política y no entendemos cómo se vota a alguien violento que quiere romper el Estado porque dice que el problema es el que esté nunca das soluciones a los de pata al suelo.
Después miramos azorados como la representatividad se la termina llevando el menos pensado y un buen día la política quedará por detrás de los delirios mesiánicos de alguien que podría llegar a la Casa Gris para decir que la Casa Gris es el problema.
En la raíz del problema está el problema.
Si la falta de representatividad social a través de la política produce engendros que después no simulemos sorpresa.
Francisco fue uno de los nuestros: el que puso a los de abajo en el centro, rompió muros y tendió puentes. Su muerte es parte del hilo que conecta las luchas populares de los últimos 25 años.
Por estas horas aparecen en redes sociales distintos análisis sobre el resultado electoral en Santa Fe y frente al triunfalismo repetitivo del gobierno provincial, se intenta bajarle el precio a la elección del gobernador con la simple ecuación de comparar votos y se llega a afirmar –casi rotundamente- que el 45% no fue a votar.
No es sólo una cuestión de egos. De quien maneja la lapicera. De cargos legislativos, o de candidaturas para 2027. Ni tierra de traiciones, y traicionados. La interna –que tanto daño le está haciendo al campo nacional y popular- es un problema claro y concreto de construcción política.
La discusión política en Argentina siempre estuvo atravesada por diferencias profundas. Pero hay una frontera que no se puede cruzar sin dinamitar la democracia.
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“La historia ocurre dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa" se escribió alguna vez y no deja de tener vigencia. Para grandes temas, como para cuestiones domésticas, también.
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